- Luz del Sol: la luz solar es el espectro total de radiación electromagnética proveniente del Sol. Dentro de ese amplio margen se encuentra la luz visible, es decir, la que el hombre es capaz de percibir, y que abarca desde el violeta hasta el rojo, como se aprecia en la siguiente imagen.
- Atmósfera: es la capa gaseosa que envuelve a la Tierra, quien la atrae gravitatoriamente. Entre otros muchos compuestos, la atmósfera contiene vapor de agua, que es evaporado, precisamente, por el calor del Sol. Además hay finísimas partículas de polvo que ayudarán, junto con esa humedad atmosférica, a dispersar aún más la luz solar.

Si se han ententido estos dos conceptos, podemos continuar.
El Sol, por el contrario, se ve de color amarillo, ya que los rayos amarillos y rojos apenas se desvían y van casi en línea recta hasta nuestros ojos.
Después de toda esta explicación, seguro que más de uno se ha preguntado: y si la luz violeta es la que más se desvía, ¿por qué vemos el cielo azul, y no violeta? Para esto también hay dos respuestas:
- En la luz solar hay una mayor predominancia de luz azul sobre la violeta.
- El ojo humano tiene más sensibilidad a la luz azul que a la violeta.
CONCLUSIÓN: el color azul del cielo es debido a la mayor difusión de las ondas cortas (ver nuevamente la figura del espectro electromagnético).
Otra duda, ¿y por qué el Sol es amarillo, y no blanco? Muy sencillo. A la luz blanca que emite el Sol hay que restar el azul del cielo, siendo el resultado el amarillo rojizo que vemos.
Ahora bien, el cielo solo es azul de día, pero por la noche, al alba y al ocaso, los colores cambian. ¿Cuál es el motivo? Veamos:
- Amanecer-atardecer: en ambos casos, el
camino que debe recorrer la luz solar a través de la atmósfera es mayor, como vemos en la imagen (B). En ese recorrido, los choques aumentan, y también la probabilidad de que uno de esos choques se realice contra una partícula absorbente. Tan solo los rayos rojos (¿os acordáis que eran los que menos se desviaban?), más rectilíneos, son los que llegan hasta nosotros. En los amaneceres el efecto no es tan pronunciado, ya que durante la noche (menor temperatura y mayor humedad) las partículas de polvo que ayudan a la dispersión se han depositado en el suelo.
- Cielo nocturno: cuando el Sol se ha ocultado
por completo y ha finalizado el crepúsculo, vemos un cielo negro porque no llega luz y no puede darse la suficiente difusión. En la imagen de la derecha podéis comprobar cómo el cielo es totalmente negro una vez entrada la noche.
Y así podríamos seguir hablando de las distintas tonalidades rosáceas, verdosas, etc., que adquiere el cielo a lo largo del día. Son muchos los factores que influyen (nubosidad, aerosoles, estación del año...) sobre la coloración celeste. Gracias a ellos, podemos contemplar cada día un amanecer y un atardecer diferentes.
La solución, en la próxima entrada.
Las fotografías mostradas en esta entrada tienen derechos de autor.
Hola Blanca.
ResponderEliminarLa entrada te ha quedado muy bien :)
Respecto a tu pregunta, yo creo que el cielo no tendría color, es decir, recibiríamos la luz del Sol, pero sin atmósfera, la luz no se dispersaría. Mi conclusión es que en vez de ver un cielo que nos cubre con un determinado color, observaríamos el exterior (universo).
Gracias, Israel :)
ResponderEliminarTu razonamiento es bueno, muy bueno.
Veremos la respuesta final...